jueves, 17 de julio de 2014

EL FRIO, LOS GATOS Y LA MANIFESTACION
El cálido otoño que hasta hace poco nos brindaba la naturaleza, era uno de tantos espejismos que, en nuestra desazón, actúa como efecto placebo. La cruda realidad se presenta de improviso y hace trizas el cristal y su azogue.
Implacable, ha irrumpido en nuestras vidas la muestra de lo que será una larga travesía invernal. El frío. El frío en los cuerpos, en los hogares, en los ánimos. El frío como paradigma de la crisis de honradez, de solidaridad, de valores y que camina por senderos de egoísmo. Estamos pasando del nosotros y la sociedad, al yo y mi entorno, y tal vez, en el peor de los casos, al yo y mis circunstancias. Esta reflexión me ha aflorado al contemplar esta mañana la imagen que acompaño.
Es una camada de gatos. Cuatro hembras que se han quedado a vivir en el entorno de mi casa. Desde su nacimiento, hace unos meses, han crecido sin tener que asociarse. Las buenas temperaturas les permitían pasar la noche de caza y dormitar en cualquier lugar, pero las bajas, han hecho que salte el chip de su sentido asociativo. Son huraños, esquivos, asilvestrados e independientes, pero han puesto en marcha el sentido común. Solos, se morían de frío, y su ingenio los va a salvar de la crudeza invernal, al encontrar un lugar común que los aísla y aprovechan todo el calor natural de sus cuerpos.
Esta imagen me traslada a la sociedad de este país, y en particular a mi ciudad, donde ayer pude contemplar, como trasunto de la escena de los gatos, el comienzo del intenso frío que nos espera y la manifestación de una población que une sus cuerpos para auto-protegerse, que afronta con más ilusión que convicción sus deseos de cambio, persuadidos de que una voz unida es más estridente que una aislada. Que la solidez de miles de personas dan más sensación de fortaleza y que cuanto más unidos se sienten, crecen en seguridad, en firmeza y en decisión.
La pena es que ese acto unido y solidario, se convierta en un nuevo espejismo. Tras la tempestad, llega la calma, y con ella, el abatimiento, la desilusión y la incuria.
No pude asistir a la manifestación, pero de corazón me sentí unido a ella. Creo que el ejemplo de los gatos es aplicable. Unidos superarán el invierno. Pero tendrán que organizarse para que unidos también, encuentren alimento para alcanzar una próxima primavera.
© Alberto Boutellier

Foto: EL FRIO, LOS GATOS Y LA MANIFESTACION
 El cálido otoño que hasta hace poco nos brindaba la naturaleza, era uno de tantos espejismos que, en nuestra desazón, actúa como efecto placebo. La cruda realidad se presenta de improviso y hace trizas el cristal y su azogue. 
 Implacable, ha irrumpido en nuestras vidas la muestra de lo que será una larga travesía invernal. El frío. El frío en los cuerpos, en los hogares, en los ánimos. El frío como paradigma de la crisis de honradez, de solidaridad, de valores y que camina por senderos de egoísmo. Estamos pasando  del nosotros y la sociedad,  al yo y mi entorno, y tal vez, en el peor de los casos, al yo y  mis circunstancias. Esta reflexión me ha aflorado al contemplar esta mañana la imagen que acompaño.
 Es una camada de gatos. Cuatro hembras que se han quedado a vivir  en el entorno de mi casa. Desde su nacimiento, hace unos meses, han crecido sin tener que asociarse. Las buenas temperaturas les permitían pasar la noche de caza y dormitar en cualquier lugar, pero las bajas, han hecho que salte el chip de su sentido asociativo. Son huraños, esquivos, asilvestrados e independientes, pero han puesto en marcha el sentido común. Solos, se morían de frío, y su ingenio los va a salvar de la crudeza invernal, al encontrar un lugar común que los aísla y aprovechan todo el calor natural de sus cuerpos.
 Esta imagen me traslada a la sociedad de este país, y en particular a mi ciudad, donde ayer pude contemplar, como trasunto de la escena de los gatos, el comienzo del intenso frío que nos espera y la manifestación de una población que une sus cuerpos para auto-protegerse, que afronta con más ilusión que convicción sus deseos de cambio, persuadidos de que una voz unida es más estridente que una aislada. Que la solidez de miles de personas dan más sensación de fortaleza y que cuanto más unidos se sienten, crecen en seguridad, en firmeza y en decisión. 
 La pena es que ese acto unido y solidario, se convierta en un nuevo espejismo. Tras la tempestad, llega la calma, y con ella, el abatimiento, la desilusión y la incuria.
 No pude asistir a la manifestación, pero de corazón me sentí unido a ella.  Creo que el ejemplo de los gatos es aplicable. Unidos superarán el invierno. Pero tendrán que organizarse para que unidos también,  encuentren alimento para alcanzar una próxima primavera.
© Alberto Boutellier

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